martes, 19 de marzo de 2013

Cecilia Aguilar 3°D

Decena Trágica
Se conoce como Decena Trágica al movimiento armado que tuvo lugar del 9 de febrero al 18 de febrero de 1913 para derrocar a Francisco I. Madero de la Presidencia de México. La sublevación se inició en la ciudad de México, cuando un grupo de disidentes se levantó en armas comandado por el general Manuel Mondragón y pusieron en libertad a los generales Bernardo Reyes y Félix Díaz que estaban presos. Posteriormente asaltaron algunas dependencias de gobierno y decretaron estado de sitio.
Al caer herido el general Lauro Villar, defendiendo el Palacio Nacional, Madero nombró en su lugar a Victoriano Huerta. Al paso de los días se solicitó la renuncia de Madero y José María Pino Suárez, lo cual fue rechazado. El 17 de febrero Gustavo A. Madero descubrió que Huerta estaba en arreglos con los opositores y lo llevó ante el presidente, quien no creyó en sus palabras y lo liberó. Poco después Huerta firmó un acuerdo con Félix Díaz, en su calidad de jefe del ejército federal, consumando su traición destituyendo al presidente y al vicepresidente, el acuerdo tuvo lugar en la sede de la embajada de Estados Unidos en México, con el apoyo del embajador Henry Lane Wilson y es conocido como el Pacto de la Embajada. Ese mismo día Madero y Pino Suárez fueron apresados, y obligados a renunciar al día siguiente. El 20 de febrero Victoriano Huerta fue designado presidente mediante una serie de maniobras ilegítimas, por lo que sería conocido como «el usurpador». Aunque hay constitucionalistas como Felipe Tena Ramírez quien argumenta que jurídicamente no hubo una usurpación, más bien lo que fue es una alta traición vía golpe de Estado.3 La revuelta culminó el 22 de febrero con el asesinato de Madero y Pino Suárez.
Cuando Francisco I. Madero llegó a la Presidencia de México mantuvo vínculos con personas afines a Porfirio Díaz; tratando de mantener la estabilidad económica, social y de preservar la inversión extranjera, no realizó grandes reformas en la infraestructura de gobierno; y conservó intacto el ejército federal porfirista, licenciando a las tropas rebeldes. Esto causó que perdiera el apoyo de muchos revolucionarios que consideraban que no se identificaba con las clases marginadas. Los hacendados tampoco estaban contentos ya que esperaban medidas más enérgicas para frenar la revolución campesina zapatista. La prensa lo hizo objeto de críticas que a veces rayaron en la ridiculización, lo que fue debilitando su fuerza política.

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